martes, 7 de diciembre de 2010

ALMAS


Que caprichoso es el destino, mi destino.

Pasé años encerrada en mi habitación, con un lapicero y papel como únicos compañeros. Allí derramé todas mis lágrimas por los que ya no estaban.
Mi pena se transformó en letras que quedaron grabadas a fuego, fueron tantas y tantas las horas pasadas en soledad...

Cerré aquel libro y allí se quedaron mi pasado, mi niñez, mis recuerdos, mis sueños, mis ilusiones...

Desde aquel momento todo fueron pasos en falso. Me sentía perdida, sin rumbo, vagué por el mundo con una maleta vacia que quería llenar a toda costa.
Fuí dando golpes de aquí para allá, mendigando un cariño que nunca llegó. Mostrandome fría, enfadada con el mundo, negándome la felicidad para no sufrir por otras perdidas.

Cada vez que creía haber enderazado mi camino, aparecía la sombra del error y echaba por tierra todos mis sueños dejando un vacío aún mayor.

Y de pronto... después de muchos años, apareciste tú.

No se si llamarlo casualidad, porque en todo este tiempo hemos debido cruzar nuestros caminos miles de veces sin encontrarnos.
No hicieron falta explicaciones, ni disculpas, ni perdones. Bastó con mirarnos y a pesar del tiempo trascurrido, nuestra amistad seguía intacta.

Somos almas gemelas decías siempre. Y almas gemelas seguimos siendo. Cuanta complicidad en una sola mirada. Cuanta confianza en alguien ajeno. Cuanto cariño a alguien que pudo ser y no fue.

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